Rafael Camarillo Blas, Universidad de Castilla-La Mancha
Cada día, cuando llego al trabajo, echo un vistazo a la inscripción que hay sobre la puerta principal de la Fábrica de Armas Blancas de Toledo, que hoy ocupa el campus científico-tecnológico de la Universidad de Castilla-La Mancha. En ella aparece la fecha del fin de las obras: MDCCLXXX (1780). ¿Qué más ocurrió en España por aquel entonces?
Les animo a acompañar a cuatro españoles que ese año vivían en distintas regiones del mundo.
Antonio de Ulloa era un veterano almirante de la Armada al frente de una flotilla que hostigaba a los barcos ingleses en las Azores. Fausto y Juan José Elhuyar eran dos jóvenes químicos riojanos becados para estudiar en una escuela de minería en Alemania. Andrés Manuel del Río acababa de graduase como bachiller de Teología en la Universidad de Alcalá e iniciaba estudios de Física.
Aunque no parecen tener nada que ver entre sí, compartieron muchas cosas.
El sevillano que descubrió el platino
Antonio de Ulloa fue un joven sevillano que se enroló en la Armada de Galeones hacia América. A su vuelta a Cádiz tenía suficiente experiencia para obtener plaza en la Real Academia de Guardiamarinas. En 1735 formó parte de la expedición franco-española que partió a Ecuador para dilucidar la forma exacta de la Tierra, junto al científico alicantino Jorge Juan.
Diez años después, mientras regresaba a España, su barco fue apresado por los ingleses y Antonio de Ulloa fue llevado hasta Londres. Allí llegaron a nombrarle miembro de la Real Sociedad. Ya en Madrid, escribió junto a Jorge Juan varios trabajos científicos sobre su viaje. Junto con sus anotaciones trajo también muestras de un metal que había descubierto y con el que experimentó –por primera vez en Europa– en el recién creado Gabinete de Historia Natural. Se trataba del platino, que más de un siglo después sería el elemento 78 de la tabla periódica.
Después de servir como espía en Europa, participó activamente en diferentes proyectos reformistas, como el Canal de Castilla y las minas de azogue de Almadén. Esta experiencia le llevó a ser nombrado superintendente de minas en Perú. Tras ser gobernador de Luisiana, dirigió la última Flota de Indias en 1776.
En sus últimos años fue testigo de cómo el químico francés François Chavaneu avanzaba en la purificación del platino.
Dos hermanos obtienen wolframio
Uno de los ayudantes de laboratorio de Chavaneu era Fausto Elhuyar, que acababa de separarse de su hermano Juan José. Ambos hermanos habían viajado por toda Europa becados por el Gobierno, formándose con los químicos y geólogos más prestigiosos de Francia, Alemania y Suecia. Desde Centroeuropa se trajeron un mineral llamado wolframita. Tras diversas pruebas llegaron a obtener wolframio en 1783.
Este mismo año se separaron. Juan José fue nombrado director de minas en Colombia, donde entabló amistad con el naturalista gaditano José Celestino Mutis, que merece mención aparte.
Fausto fue enviado por el Gobierno a París y Viena para aprender un método de amalgamación mejorado para la obtención de oro y plata con mercurio.
Como su hermano, Fausto fue nombrado director de minas en México. Además, diseñó los primeros estudios de Ingeniería de Minas en aquel país. Tras la independencia de México, fue director general de minas en España. Allí aprovechó su experiencia para mejorar la docencia en Almadén.
Años antes, durante sus viajes por Francia y Austria, a Fausto le habían acompañado tres alumnos de Química. Uno de ellos era Andrés Manuel del Río.
¿Vanadio o cromo?
El madrileño Andrés Manuel del Río ingresó con 18 años en la Real Academia de Minas de Almadén. Poco tiempo después viajó a Francia, Alemania y Hungría para formarse. En Alemania llegó a ser compañero de Humboldt.
En 1795 fue llamado por Fausto Elhuyar para ser profesor de mineralogía en México. Los apuntes de sus clases se convirtieron en obra de referencia en países de habla hispana durante todo el siglo XIX.
Fue en el laboratorio del seminario de minas donde descubrió el vanadio, que él llamó eritronio, en 1801.
Al no estar del todo seguro de su hallazgo mandó una muestra del mineral a Europa, donde lo confundieron con cromo, ya descubierto. No fue hasta 30 años más tarde cuando Sefstrom redescubrió el vanadio y otros químicos como Berzelius se dieron cuenta de que se trataba del mismo elemento descubierto antes por del Río.
Tras la independencia mexicana del Río mantuvo su actividad docente, tanto en México como en Estados Unidos. El máximo premio de la Sociedad Química de México lleva su nombre.
Estos cuatro españoles son los únicos que han descubierto un elemento químico: el platino (Pt), el wolframio (W) y el vanadio (V), respectivamente. Los cuatro tuvieron una gran relación con la minería, y tres de ellos están estrechamente ligados con la Escuela de Minas de Almadén, con la que comparto universidad.
Estas líneas pretenden ser un recordatorio a nuestros descubridores en este Año Internacional de la Tabla Periódica 2019 que acaba de terminar. Recuérdenlos también visitando el Parque Minero de Almadén, Patrimonio de la Humanidad desde 2012. No se arrepentirán.
Rafael Camarillo Blas, Profesor Titular de Ingeniería Química, Universidad de Castilla-La Mancha
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.