El sitio web de la UCLM utiliza cookies propias y de terceros con fines técnicos y de análisis, pero no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios. Sin embargo, puede haber enlaces a sitios web de terceros, con políticas de cookies distintas a la de la UCLM, que usted podrá aceptar o no cuando acceda a ellos.

Puede obtener más información en la Política de cookies. Aceptar

Cómo proteger mejor a los menores tutelados, protegiendo a sus educadores

01/07/2025
Compartir:  logotipo Twitter

Cómo proteger mejor a los menores tutelados, protegiendo a sus educadores

01/07/2025

María Verónica Jimeno Jiménez, Universidad de Castilla-La Mancha

Comencé a trabajar como educadora social por casualidad, ya que no era uno de mis objetivos cuando estudié Pedagogía. Me presenté a una selección de personal de una ONG y me seleccionaron para trabajar en sus hogares tutelados. Pero ni mis experiencias profesionales anteriores como orientadora de un colegio, ni mi formación previa en Ciencias de la Educación, me sirvieron para prever lo que me iba a encontrar mi primer día de trabajo.

Allí, me encontré con un grupo de menores que, en su mayoría, a pesar de haber vivido experiencias de maltrato en sus contextos familiares, solo querían volver a sus casas. Menores que no entendían por qué tenían que vivir separados de sus familias y, en muchos casos, expresaban su frustración y dolor a través de conductas disruptiva: escapándose del hogar, recurriendo al consumo de sustancias, transgrediendo las normas…

Trabajé durante trece años en hogares tutelados. Un trabajo duro, emocionalmente intenso y muy poco reconocido, pero donde cada pequeño logro se vive con una gran satisfacción profesional y personal. Pude comprobar en primera persona cómo el maltrato vivido durante la infancia afecta de modo diferente a cada niño o niña. Pero, sobre todo, me encontré en un contexto difícil de gestionar, sin las herramientas necesarias para enfrentar los desafíos y brindar el apoyo y la protección que lo menores necesitaban.

La necesidad de comprender por qué algunos de estos menores lograban salir adelante mientras otros no, y cómo los educadores sociales podían contribuir a su proceso de recuperación, despertó en mí una profunda necesidad de investigar.

Hogares tutelados: ¿qué son?

Los niños y niñas de entre 8 y 18 años que no pueden vivir con sus padres o tutores legales por diversas razones (en situación de desamparo o en grave riesgo de cualquier forma de maltrato, o cuyas familias no pueden atender sus necesidades básicas de forma temporal) conviven en grupos pequeños de diferentes edades en lo que llamamos “hogares tutelados”, pisos o casas donde están supervisados por educadores sociales.

Estos trabajan con un grupo de menores doblemente vulnerabilizado: por su condición de ser menores y por haber sufrido experiencias traumáticas durante su infancia o adolescencia. Sus circunstancias familiares a menudo han impedido que desarrollen un apego seguro con figuras adultas de referencia.

El apego desorganizado, tipo de apego inseguro que se relaciona directamente con la experiencias de maltrato en la infancia, provoca dificultades conductuales, emocionales o problemas de adaptación que requieren una intervención constante y especializada.

Cómo crear un entorno seguro

Estos niños, niñas y adolescentes necesitan entornos seguros donde se respeten los derechos de la infancia y se promueva un ambiente protector a nivel físico, psicológico y social, y es lo que se compromete a darles la ley, por ejemplo en España.

Un ambiente protector supone no solo que no exista violencia: implica también darles la oportunidad de desarrollarse plenamente como personas, para lo que la dimensión emocional es básica. Dicho esto, ¿cuál debería ser la principal función de un educador social dentro del acogimiento residencial como sistema de protección?

El educador social debe actuar como un tutor “de apego”, capaz de fomentar un contexto compensador y promover el desarrollo de apegos seguros.

Cómo formar tutores de apego

¿Cómo se forma un educador social como tutor de apego? En general, la formación universitaria en áreas de bienestar infantil se basa en contenidos generalistas, sin ofrecer asignaturas de especialización en maltrato infantil y acogimiento residencial.

Los educadores sociales necesitan formación específica en derechos de la infancia y garantía infantil, teoría del apego, cómo se construye este y cómo influye en la evolución de los menores, rasgos asociados al tipo de apego inseguro, cómo establecer vínculos afectivos seguros con los menores, psicología del trauma y consecuencias afectivas, sociales y cognitivas de los procesos de victimización en niños y adolescentes. También cómo intervenir y actuar ante conductas disruptivas.

Formación permanente

Aunque en los últimos años se ha avanzado en la atención residencial, mejorando las condiciones de los hogares, reduciendo la ratio de menores y contratando a profesionales con perfil específico en el área de las ciencias sociales, todavía queda mucho por hacer para mejorar la precariedad de los educadores sociales y la falta de formación continua y especializada.

Más allá de la formación que hayan recibido, los educadores sociales necesitarán formación continua en el manejo de situaciones adversas y en el acompañamiento emocional.

Es fundamental mejorar los protocolos actuales de actuación en los Hogares Tutelados. Por ello, desde el Grupo emergente de Investigación en Victimología y Psicopatología de la Infancia y de la Adolescencia (G-VIPIA) del Centro de Investigación en Criminología de la UCLM, y con el apoyo de la Dirección General de Infancia y Familia de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, estamos trabajando para optimizar el modelo de intervención en estos hogares.

Protegerse para proteger mejor

Nuestro objetivo es proporcionar a los educadores sociales las herramientas necesarias para que puedan convertirse en educadores de apego, capaces de crear entornos seguros y protectores. Estos entornos permitirán a los menores tutelados reconstruir sus vínculos afectivos y superar sus traumas. Para lograrlo, es esencial una coordinación efectiva entre todas las autoridades, familias y servicios implicados.

Es necesario que la sociedad y las administraciones públicas reconozcan, apoyen y valoren el trabajo esencial que los educadores sociales llevan a cabo en estos espacios. Para lograr un acogimiento residencial de mejor calidad, con mejores programaciones y actuaciones profesionales, es necesario garantizar una formación continua de los profesionales que trabajan en ellos. Una formación que es la mejor protección para quienes protegen.The Conversation

María Verónica Jimeno Jiménez, Profesora Titular Victimología, área Psicología Social, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Volver